Mil pensamientos
pasaban por su agitada mente mientras sostenía en su mano derecha una barra de
chocolate amargo a la cual había dado ya un par de mordiscos. Para tratar de
calmar un poco su mente y reducir ese ensordecedor torbellino de ideas
inconexas se concentró en su respiración. Poco a poco el volumen de sus voces
interiores empezó a reducirse, dando paso a sonidos del entorno, como los autos
que pasaban por la calle del frente, los niños que jugaban en el prado cercano quizás
a algunos metros de distancia, los ladridos de un par de perros callejeros que perseguían
a cada motociclista que pasaba por allí e incluso pudo percibir fragmentos de
conversaciones de algunos de los transeúntes. A medida que seguía siendo
consciente de su respiración, se agudizó también su sentido del tacto,
comenzando a percibir la dureza de la banca sobre la cual se hallaba sentado,
el calor generado por los rayos de sol que se posaban sobre su piel y la frescura
de una eventual corriente de aire que amablemente regulaba la temperatura de su
cuerpo. Su nariz se resintió levemente al percibir un desagradable olor emanado
de alguna materia orgánica en descomposición que se hallaba en algún lugar del
prado circundante y en su boca sentía el delicioso sabor de aquel chocolate
amargo al que dio un nuevo mordisco, uno de sus sabores favoritos. Poco a poco
el momento se hacía mas y mas agradable y con el paso de los minutos logró ser
consciente de cada uno de sus cuatro sentidos y una vez apaciguadas sus ideas imaginó
toda su vida como un enorme lago en medio de una noche sin luna, era el
recuerdo mas similar que tenía de su vida pasada, aquella época en la que aún
podía ver. Al imaginarse sentado en una pequeña canoa en medio del lago sintió los
leves y rítmicos movimientos ocasionados por el olaje y empezó a experimentar
una leve sensación de mareo que le trajo de vuelta al momento presente. A
aquella dura banca de concreto sobre la que se hallaba sentado, pero ahora sus
sentidos se encontraban levemente adormecidos, poco a poco dejó de percibir la
dureza de la banca, los sonidos eran ahora ecos lejanos y los olores se habían desvanecido.
Lo único que permanecía fiel a su recuerdo era el delicioso sabor al chocolate
amargo, su ultimo pensamiento fue para felicitarse a si mismo por haber puesto el
veneno en algo que le ayudaría a terminar con su vida en medio tan deliciosa sensación.